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(escribe prof. Alejandro Carreño T) En mi columna del sábado pasado “Honduras: a paso de tortuga”, publicada en este mismo medio, comentaba mi sorpresa por la lentitud del conteo de votos, no solo por lo que representa la tecnología, sino, además, por el reducido número de votantes que se manifestó en las urnas. “No es recomendable para la salud política, ni menos para la transparencia del proceso eleccionario, que después de cinco días aún falte el 20 % de los votos por contar. ¿No será como mucho? Sin entrar en comparaciones, que siempre son odiosas, a mí me parece que sí”, comentaba.
Pero hoy ya estamos a martes 9 y el conteo está detenido desde el viernes. Lo que me parecía “como mucho”, adquiere ahora todas las características de que algo huele mal, no en Dinamarca, parafraseando la célebre frase de Marcelo, centinela del clásico de Shakespeare, Hamlet, sino en Honduras. Con ello se quiere expresar una situación que huele a podrido, que algo anda mal. Y cuando el conteo de los votos está detenido varios días, sin que haya una explicación razonable por parte de las autoridades pertinentes, el mundo tiene todo el derecho de pensar que, efectivamente, algo huele mal en esas tierras.
Más aún si fue la propia consejera presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Ana Paola Hall, que habló el domingo de la reanudación inmediata del conteo, detenido, como se sabe, desde el día viernes. Un problema, sin duda, de credibilidad se cierne sobre las elecciones realizadas el domingo 30 de noviembre, y que dejó a Nasry Asfura, del Partido Nacional, apoyado abiertamente por el Presidente Trump, con una ventaja mínima por sobre el candidato del Partido Liberal, Salvador Nasralla: 1.132.321 votos (40,19%) y 1.112.570 sufragios (39,49 %), respectivamente.
¿Cuántos votos faltan, todavía, por escrutar? Algo más del 10 %, puesto que el conteo se detuvo en 88,02%, lo que representan 16.858 actas escrutadas. Y que algo huele mal en Honduras, lo confirma la propia fuente electoral que declara que 14.451 actas se consideran correctas, mientras que 2.407 presentan “inconsistencias”, lo que obligará a un recuento voto por voto. ¿Qué niveles de confianza puede tener la sociedad hondureña ante un sistema eleccionario que abiertamente se presta para dudar de su transparencia?
De hecho, organismos internacionales ya se han manifestado al respecto, solicitando a las autoridades que apresuren el proceso, y adopten medidas que signifiquen confianza para la sociedad en cuanto a la honestidad del proceso. Y, como suele ocurrir en política, a río revuelto, ganancias de pescadores, pues el lío le vino como anillo al dedo al partido de gobierno, Libertad y Refundación (Libre Izquierda), que no reconoce los resultados, sobre todo que había sido apabullado al obtener su candidata Rixi Moncada, solamente 543.675 votos (19,30%), de acuerdo con el CNE
Es que, cuando los procesos electorales son contaminados por la falta de rigurosidad y transparencia, la sociedad pierde la confianza en ellos, cunde la confusión y todos los actores políticos se sienten víctimas de él, aunque no lo sean.
Sí, algo huele mal en Honduras.
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