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(Escribe Miguel Millán) En la tarde de ayer transcurrió el testimonio en vivo de dos de las víctimas de la represión del terrorismo de estado contra la población de San Javier.
La sala del juzgado penal de Fray Bentos estaba repleta, con público de pie en una sala contigua siguiendo los testimonios a través de las ventanas. Los siete militares acusados con caras de poker, y, ahora, los dos más jóvenes, alférez cuando sucedieron los hechos, sacan apuntes en sus libretas como alumnos aplicados.
Mary Zabalkin respondió a las preguntas del fiscal Ricardo Percibale con una sencillez y llaneza que volvió más conmovedor todo el contexto de los hechos en los cuales llevaron preso al doctor Vladimir Roslik. “Los viernes iba a la cantina del club River a jugar a la conga y al truco con sus amigos del pueblo”. “Y cuando se juntaban otro día mandaban a uno para que yo le diera permiso a Vladimir”. La madrugada del 15 de abril de 1984, a las 04, como dice el parte militar también, cuando las fuerzas armadas, “los verdes” dice ella, como los nombraba el pueblo en un susurro, invadieron la casa para revolver todo, la cuna de Valery de cuatro meses incluida, Mary recuerda hasta hoy la imagen de Vladimir y sus últimas palabras: “No, otra vez no”. Ahí se quebró, las lágrimas le cubrieron el rostro, pero se repuso y le dijo al fiscal: “hágame otra pregunta”.
Después fue el turno del testimonio de Víctor Makarov, diez años menor que Mary, pero compañero de baile en el grupo Kalinka del centro cultural Máximo Gorki, “porque desde gurí ya era alto como ella” dice sonriendo en los pasillos antes de entrar a la sala.
Víctor tenía 18 años cuando “los verdes” de civil lo sacaron del liceo para llevarlo a la comisaria del pueblo donde comenzó a torturarlo el teniente, en ese entonces, Dardo Ivo Morales. Lo colgó de un brazo, hasta hoy tiene problemas con su hombro derecho. Siempre supo que fue Morales porque él mismo le mostró su cédula, “para que no te olvides nunca de mí”.
Después de unos días lo llevaron en un camión de la intendencia, junto a otros habitantes del pueblo, todos encapuchados, al cuartel de Fray Bentos donde continuaron los maltratos y las torturas. Siempre Morales encargado de Víctor. Sus padres recién pudieron verlo a los tres meses cuando lo llevaron al penal de Libertad.
Cuenta que Morales y otro criminal terrorista de estado lo llevaron ante una mesa donde había unos papeles. Le sacaron la capucha y le dijeron, tenés que firmar eso porque te vas a Libertad. Víctor no tenía ni idea de qué se trataba, en el mareo pensó que si firmaba se iría en libertad. Pero leyó y vio que decían que había participado en una organización sediciosa que planificaba el contrabando de armas por el río Uruguay y que desembarcarían en Puerto Viejo un submarino y un avión rusos. Ahí Víctor les dice que todo eso es mentira y Morales con voz de mando le replica: vas a firmar hoy, dentro de un mes o dentro de tres meses. Y firmó.
Las palabras de Víctor reflexionando hoy retumban o deberían repicar en la conciencia de los buenos orientales. “Entre los que fuimos presos en 1980 y 1984 en San Javier no había uno solo que fuera comunista. Nos llevaron a nosotros para que firmáramos esa gran mentira, ese gran invento, la mayoría unos muchachitos de dieciocho o diecinueve años que no habíamos salido nunca del pueblo. Todos descendientes de rusos, ese fue nuestro pecado”.
(*) Nota: El video que acompaña esta nota corresponde a la audiencia judicial completa.
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