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03 de September del 2025 a las 22:37 -
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Bicentenario del Combate del Águila
4 -set.-1825
4 -set.-1825

(escribe Oscar Padrón Favre) Para los primeros días de setiembre de 1825 la población de Mercedes junto al río Negro se mantenía como un enclave relevante del poder brasileño. Era lugar de asiento de unidades militares de las más aguerridas, en gran parte riograndenses, comandadas por los célebres jefes Mcal. José de Abreu y Cnel. Bento Manuel Ribeiro. Del otro lado del río Negro, en el enorme Rincón de Haedo o de las Gallinas, también existían fuerzas y, en especial, una enorme caballada.

Mercedes era, entonces, un objetivo militar de primer orden. Fue Fructuoso Rivera, como Inspector de Armas quien tuvo a su cargo las operaciones sobre dicho frente. El 22 de agosto sus fuerzas iniciaron el asedio sobre Mercedes. En un ataque nocturno realizado ese día los afamados Dragones de Rivera lograron capturar varios oficiales, entre ellos dos hijos del general Abreu. Destacados oficiales, como Felipe Caballero, tenían a su cargo mantenerse sobre el enemigo mientras Rivera mantenía por la barra del Coquimbo su campamento, atento a una posible salida masiva de las fuerzas adversarias.

En la mañana del 3 de setiembre Rivera, prácticamente desde el lomo de su caballo, le envía a Lavalleja un parte informándole: “Anoche han salido los enemigos con toda la fuerza disponible, y acabo de recibir parte que se dirigen a San Salvador, sin duda con intento de ir sobre ese punto de la Colonia; mis avanzadas los van siguiendo y yo marcho ahora mismo que son las 9 de la mañana desde Bequeló en seguimiento de ello”. La amurallada Colonia se mantenía en poder brasileño resistiendo un sitio iniciado desde principios de mayo. Era lógico pensar que el importante cuerpo brasileño se dirigía hacia aquél punto para atacar a las fuerzas sitiadoras.

Rivera se iba a ver sorprendido por una hábil maniobra, seguramente planificada de forma conjunta por los dos experimentados jefes brasileños ya mencionados. La operación la ejecutó Bento Manuel al mando, según fuentes brasileñas, de 800 soldados, duplicando las que tenía entonces Rivera.

El sagaz Ribeiro tenía como objetivo ir directamente sobre Rivera. Escondió sus fuerzas en los montes del arroyo Bizcocho, marchando recién en la noche para acercarse a las fuerzas orientales.

Al día siguiente, 4 de setiembre, un parte de Felipe Caballero firmado a las 8 de la mañana, daba cuenta que “estaban los enemigos en el Águila arriba y dirigen sus marchas al Corralito, que su número será de 600 hombres”.

Bento Manuel se vino raudamente sobre las fuerzas de Rivera, primero sobre las avanzadas del Cap. Caballero y luego sobre el grueso de las fuerzas orientales. Los choques, con ambas fuerzas en movimiento, duraron varias horas. Rivera lo indicó diciendo: “El fuego duró desde mediodía hasta oscurecer”. Respecto al sitio la documentación menciona como escenario las “puntas del arroyo Águila”, pero también se lo menciona como combate de las “Puntas de Coquimbo” o “Puntas del Bizcocho”. Todos parajes del actual departamento de Soriano.

Estas diferencias pueden explicarse por la gran movilidad de ambas fuerzas durante los choques de esa jornada. Rivera en una de sus Memorias recordó ese hecho como “la retirada de la Águila”.

El jefe oriental, al verse sorprendido hizo grandes esfuerzos para no quedar envuelto y organizó la retirada. Sin duda que sufrió un severo contraste bélico pese a que él después trató de minimizar lo sucedido mencionando muy pocas bajas. La realidad fue muy diferente. Las pérdidas fueron numerosas entre muertos, heridos y prisioneros. Las listas de revistas de las unidades orientales que participaron dan cuenta de esas sensibles pérdidas.

Según los vencedores, los orientales fueron “perseguidos por toda la Columna sin darles aliento, y fue esta retirada tan desordenada que solamente en ella perdieron 64 muertos, 13 prisioneros, inclusive 2 Oficiales, y gran cantidad de heridos, debiendo el resto su salvación a los buenos caballos que iban montados y a la aproximación de la noche”. En total los jefes brasileños estimaban “la pérdida de éstos en 100 o más hombres, con un gran número de heridos”.

Entre las muertes hubo que lamentar de forma muy especial la del Mayor Ramón Mansilla, segundo jefe del regimiento de Dragones, de destacada actuación desde las guerras artiguistas, siempre muy cercano a Rivera. Mansilla, como casi todos los oficiales y soldados caídos, eran vecinos del Durazno. Sin duda mucho dolor debió provocar en esa Villa la llegada de las luctuosas noticias.

El combate produjo una dispersión importante de las fuerzas orientales que se vieron sorprendidas. “Buena carrera nos han dado… pero ellos eran más de mil hombres y nosotros no éramos trescientos” señaló Rivera siempre atenuando la indisimulable derrota.

A continuación Bento Manuel trató de impedir que Lavalleja y Rivera unieran sus fuerzas, intentando atacar al primero por separado. Al no poder hacerlo siguió con todas sus aguerridas tropas hacia el sur, logrando llegar a Montevideo, recomponiendo el contacto directo con Lecor.

Los brasileños lo consideraron un triunfo que anunciaba la derrota de la rebelión oriental. Manifestó el Gral. Abreu: “Amaneció el día 4, día Fausto para las Armas de la fidelidad Brasilera, y que sin duda será contado como el de la aurora de la pacificación de la Provincia”.

Rivera y Ribeiro - como ya había sucedió desde 1818 en durísimos combates al norte del río Negro - volvían a enfrentarse. Eran dos de los jefes más calificados en la guerra de caballerías en esta parte del continente americano, compitiendo en astucia, arrojo y recursos impredecibles. Menos de cuarenta días después volverían a chocar en los campos del Sarandí, ahora sí en una auténtica batalla.

A consecuencia de la infausta jornada de El Águila, Rivera sintió que debía obtener un triunfo resonante para retemplar las energías de sus hombres y acallar las sospechas que sus adversarios siempre alimentaban contra él. La victoria del Rincón, solo veinte días después, sería ese acontecimiento decisivo.



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