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A dos siglos de los hechos que gestaron el Uruguay como proyecto colectivo, el Director Nacional de Educación, Gabriel Quirici, propone una mirada crítica y esperanzada sobre nuestra historia. Desde la revolución rural y popular que desafió las élites, hasta el espíritu republicano que aún nos distingue en la región, Quirici reivindica la diversidad territorial, la participación de los pueblos y el desafío de transmitir esos valores a las nuevas generaciones. “Tenemos que confiar mucho en que la tradición más linda de nuestra tierra”, afirmó al dialogar con @gesor. “Estos 200 años también va a estar en ellos (los jóvenes), y quizás la responsabilidad más grande sea de los adultos, de pensar bien aquellos legados y transmitirlos”.
Doscientos años de aquellos hechos históricos que gestaron al Uruguay que conocemos hoy. O por lo menos a un proyecto de Uruguay que conocemos hoy. ¿Qué mantenemos de aquel espíritu en la sociedad de hoy?
-”Lo más interesante, creo que la historiografía, las nuevas investigaciones y también los trabajos que ya, desde la recuperación democrática y algunos precursores como la historiografía de los años sesenta, que nos muestra aquella comunidad oriental diversa, porque no había un solo territorio oriental, había diferentes partes, el litoral es uno muy importante, con su expansión ganadera y campesina, pero también estaba el norte misionero, estaba el sur atlántico y el vínculo de la zona fronteriza con los portugués.
Bueno, aquella diversidad que se fue gestando antes de que ocurriera la lucha de 1825, en la Revolución artiguista, en el federalismo, era una comunidad diversa y que tuvo participación política en diferentes espacios. Los territorios como se les llama hoy. Los pueblos como les decía Artigas, que fueron los verdaderos protagonistas, tanto de la primera revolución como de esta segunda, porque de alguna manera 1825 es el retomar la lucha por la libertad y la independencia, que arrancó por aquí, en el cruce de La Agraciada. Después, los diferentes episodios que todos conocemos, hasta el Abrazo del Monzón, y luego llegar hasta Florida que es lo que marca un antes y un después en cuanto a hacer una asamblea con representantes, establecer leyes fundamentales, un carácter muy democrático, pero producto de la participación popular de los sectores agrarios y urbanos mezclados, que creo que hoy en día Uruguay, con 200 años de diferencia, tiene un componente para celebrar y reconocerse en que somos un país con diversidad de tierras y gentes. Que se une en celebrar en conjunto estos episodios y que de alguna manera, también cuando miramos a la región, vemos algunas situaciones muy problemáticas de la convivencia política, de los extremos y los radicalismos, sobre todo en las redes sociales y en algunos formatos ya más públicos y peligrosos. Nuestro pueblo tiene una tradición más densamente republicana, capaz que con menos histrionismo, y en eso creo que ese espíritu lo mantenemos. Es una diferencia, porque de alguna manera la lucha que se retomó en 1825, también era porque no hubiera un emperador gobernándonos, y hoy en día lo que celebramos es 200 años de estar juntos como comunidad, con diversidad, pero también 40 años de democracia, y este estilo que nosotros en la Dirección de Educación venimos también con muchas ganas trabajando, de que se celebre en todos los pueblos”.
Tanto la Revolución Artiguista, como después el proceso revolucionario de 1825-1830, tuvieron la particularidad, a diferencia de los vecinos, de que surgió del campo hacia la ciudad. No fue un tema de élites dominantes, sino de la masa popular.
-”Acá tenemos otra cosa que me parece bien interesante para celebrar, y es que nuestra historia desmiente la simplificación de civilización y barbarie, campo-ciudad. Es decir, fue una revolución rural, pero con personalidades que eran del mundo agrario y también conocida en el mundo urbano.
Artigas nació en Montevideo y era urbano- campesino. Nuestra patria tiene un componente bien interesante, como el escudo del mar y el cerro, y la tierra y los buelles y la abundancia; y en ese sentido sí fue una revolución más popular, en tanto las diferentes formas de la paisanada fueron parte muy activa, muy politizada, por luchar por la libertad. Y eso también le dio un componente más popular en tanto las diferentes formas de la paisanada fueron parte muy activa, muy politizada por luchar por la libertad, y eso le dio un componente más igualitarista. Porque la sociedad rural tiende a compartir los recursos, a estar atento a los ciclos de la naturaleza. Si bien las ideas eran muy importantes, también la concepción de lo común, de compartir, estaba mucho más latente, se vio en época de Artigas y se vio de vuelta en la revolución, iniciada por Lavallera y los Treinta y Tres, con esta idea de tener una patria común”.
Y en este nuevo siglo, ¿es más difícil transmitir esos temas y esos valores a estas nuevas generaciones que están más apegadas a lo inmediato?
-”Yo no sé si son las nuevas generaciones las que están más apegadas a lo inmediato. Como docente siempre tengo el privilegio de la duda para los jóvenes, que ellos no generaron esta sociedad, sino que la reciben, y la inmediatez quizás está dada por el avance tecnológico, pero también por ciertos componentes de lógicas vinculadas a otras conductas de consumo y significantes del éxito individual, que no son las predominantes en las comunidades, en los barrios, en los pueblos, en la gente que comparte un tiempo, un mate, un estudio en común. Yo creo que los jóvenes saben usar muy bien las ventajas de las redes para estar conectados, pero también para seguir haciendo amigos, para tratar de pensar el futuro, y en ese sentido yo creo que nosotros ahí tenemos que confiar mucho en que la tradición más linda de nuestra tierra. Estos 200 años también va a estar en ellos, y quizás la responsabilidad más grande sea de los adultos, de pensar bien aquellos legados y transmitirlos”.
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