(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Contradicciones ejecutivas y morales que Gabriel Boric, en su condición de Presidente de la República, no ha escatimado esfuerzos para mostrarlas en toda su insensatez. En los momentos en que el país clama la presencia de la primera autoridad de la Nación, no porque sea necesariamente de su agrado, sino porque tiene el poder, la responsabilidad y la obligación de atender sus urgentes necesidades, esta se complace en mostrarse indiferente a la agobiante realidad que invade al ciudadano común.

Necesidades urgentes como el combate al crimen organizado, desconocido en el país hasta hace pocos años, coincidente con su llegada a La Moneda. Hace algo más de una semana, una niña de siete años fue acribillada junto a su padre cuando transitaban en su automóvil. Una semana antes, otra niña también de siete años había muerto en las mismas condiciones. La respuesta de Gabriel Boric se ha vuelto un eslogan de la hilaridad y la incompetencia ejecutiva para combatir el narco tráfico y el crimen organizado: “Los perseguiremos y los encontraremos”.

“Todas las instituciones deben estar a la altura. Estas bandas atentan contra la sociedad entera, y debemos actuar unidos para enfrentarlos”. Pero parece que ni él ni las instituciones están a ninguna altura, pues, en cuanto las ciudades se desangran y los asaltos y balaceras ocurren hasta en la locomoción colectiva, Su Excelencia visita el estadio de la Universidad Católica, su club, con su pareja y su guagua (niña de pecho). Pasea como si nada, como si Chile viviese en la más absoluta normalidad, indiferente al miedo ciudadano.

Por estos mismos días, un sicario es dejado en libertad por “error” de la Justicia, como se le llama en Chile a los escándalos que huelen a corrupción. Por cierto, el sicario huyó del país con su nombre verdadero, recorrió miles de kilómetros sin que nadie lo detuviera y atravesó la frontera con una identidad falsa. Evidentemente, las instituciones no están a la altura. Pero el Presidente festeja, al lado de su candidata presidencial Jeannette Jara, un año de vida de su partido, Frente Amplio, corrupto y degradado, ajeno a la agresiva realidad que atemoriza al chileno.

Gabriel Boric es un insensato. Un presidente sin ninguna empatía por la gente. Es un personaje egocéntrico al que, definitivamente, no le interesa Chile, y usa su poder omnímodo para disfrutarlo él y los suyos con todas las prebendas que el cargo le ofrece. Recibe a presidentes progresistas en una “cumbre” que es una caricatura democrática, ignorando la voz del pueblo que clama por seguridad, salud, empleo y educación. Una cumbre que nadie sabe qué propósitos tuvo, puesto que “Democracia Siempre” con tres tristes “figuras” del progresismo, es un espectáculo patético. ¿Los no progresistas no son democráticos?

O sea, la “cumbre” ya es antidemocrática por su propia convocación. Pero a Boric nada de esto le importa. Le importa figurar, creerse indispensable para la política internacional. Buscando, quizás, favores para cuando deje La Moneda para felicidad de los chilenos. Porque, evidentemente, ni Petro, ni Lula ni Sánchez son buena compañía a la hora de hablar de democracia. Los tres han sido, y son, duramente cuestionados por los innumerables escándalos de corrupción en sus respectivos países y fuera de ellos, que nada más debilitan la democracia y las instituciones.

Lo insólito es que se proponen, junto a otros invitados de segunda categoría e ¿intelectuales? también progresistas, “cuidar” la democracia, velar por los derechos humanos y potenciar el multilateralismo (¿cuál?). Reuniones, por supuesto que lo mantuvieron al margen de la sangrienta contingencia nacional, siempre bañada por el narco, el terrorismo y el crimen organizado. Además, como lo he dicho en reiteradas oportunidades, Boric no tiene estatura para soñar siquiera con ser un líder a nivel vecinal.

La sociedad quiere que por lo menos, los meses que le quedan en La Moneda, haga cualquier cosa que la ayude a sobrellevar de mejor manera la vida desgraciada que lleva, con aumento inmisericorde del costo de vida reflejado en el gas, el agua, la luz, parafina, bencina, la alimentación, remedios, el medio de transporte. En fin, todo aquello que es indispensable para la vida. A esto, súmesele el quiebre de pequeñas y grandes empresas y el consecuente y galopante desempleo.

La corrupción en los distintos organismos públicos, comenzando por el poder central y sus instituciones, y la inseguridad ciudadana, no caben en una columna.