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(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Pero así es la vida y quien era hasta el viernes pasado director del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), agarró sus cositas y se mandó a cambiar. Al billonario Musk, fundador de SpaceX y Tesla, no le agradó que el proyecto de ley presupuestario y fiscal, que a juicio de Donald Trump significa un recorte récord de gastos de 1.6 billones de dólares, y la reducción de impuestos inédita en el país: (It’s a Record Cut in Expenses, $1.6 Trillion Dollars, and the Biggest Tax Cut ever given), escribió en X, cuyo dueño es Musk. Cosas de la vida de ricos y poderosos.
Como todo romance que termina, se impone más lo que se dicen que lo que provoca el fin del amorío. Es cierto que a Musk no le hizo ninguna gracia que “el gran y hermoso proyecto de ley”, como Trump lo llamó, diera de lleno en su caja fuerte, puesto que terminaría con el subsidio a los autos eléctricos, una de las fuentes millonarias de su fortuna, y de contratos espaciales y de defensa. Según The Washington Post, las empresas de Musk han recibido 38.000 millones de dólares en fondos gubernamentales. Como decimos por estos lados: una bicoca. Era como para estar un poquito indignado.
Claro que la indignación se transformó en reproches que los amantes suelen esconder, cuando viven con intensidad su pasión, más aún si trata de pasiones cubiertas de dólares y poderes. Y, Elon Musk, el amante despechado, podríamos llamarlo así, no se guardó nada. Hasta ahora. Comenzó atacando la ley: “Lo siento, pero no lo puedo soportar más. Este proyecto de ley de gasto del Congreso, masivo, escandaloso y lleno de gastos innecesarios, es una abominación repugnante Una ley repugnante”. Fuerte el término “repugnante”. Después de todo, se trata de su “ex”.
“Elon y yo teníamos una gran relación. No sé si seguirá así. Me sorprendió”, dijo Trump, no dejando dudas del rompimiento de relaciones con la utilización del verbo en pasado. Y agregó a su comentario que Musk conocía el proyecto (pero este lo negó): “sabía los pormenores del proyecto de ley mejor que nadie”. Y remató diciendo que estaba decepcionado. Y como en toda pelea de pareja, la discusión fue subiendo de tono, conviertiendo la Casa Blanca en un set televisivo de serie bananera, pero del gusto del respetable. Y Trump lo recordó como suelen recordar los enamorados: “Dijo cosas muy bonitas sobre mí y no ha dicho nada malo de mí personalmente”. Tiernucho el Donald.
Pero sospechaba que se venía una bomba, pues así funcionan estas cosas: “estoy seguro de que eso será lo próximo”, dijo. Y luego la típica, como decimos en Chile cuando se le saca en cara algo a alguien: “Le he ayudado mucho”. A esta altura los billones de uno y otro lado no eran más que un anecdotario numérico. Y que le respondió el otro. Bueno, le respondió con un golpe bajo: “Qué vergüenza para quienes votaron a favor: saben que cometieron un error. Lo saben”. También yo creo que lo saben, Elon, pero ya es tarde ahora. Y las luces de la Casa Blanca destellaban por el Salón Oval.
“Sin mí”, dijo Elon, “Trump habría perdido las elecciones, los demócratas controlarían la Cámara de Representantes y los republicanos tendrían 51-49 en el Senado”. Y lo tildó de “ingrato”. Se aprecia que el lenguaje que ambos utilizan para sacarse los trapitos al sol, oscila entre la decepción y el cariño. Después de todo, “ingrato” parece más un reproche que un enojo. Debe ser cosa de la cultura-país, a pesar de que Musk es originario de Pretoria, Sudáfrica, aunque tiene también la nacionalidad canadiense desde 1989 y la estadounidense desde 2002. ¿Estará interesado en alguna nacionalidad latinoamericana?
Y digo esto porque nosotros, los latinoamericanos ya no somos tan tiernuchos en estos trances. En fin, lo cierto es que el tono de Musk subió los decibeles y hasta publicó en X que, como dijimos, le pertenece y donde tiene 220 millones de seguidores, si no era la hora de “crear un nuevo partido político en Estados Unidos que realmente represente al 80% del centro”, repasando a los republicanos del Congreso. El golpe de gracia vino con la acusación que vincula a Donald Trump con el escándalo “Jeffrey Epstein”, delincuente sexual acusado de tráfico y abuso de menores, y que se ahorcó el 10 de agosto de 2019 en la cárcel de Nueva York.
“Está en los archivos de Epstein”. “Esa es la verdadera razón por la que no se han hecho públicos. ¡Que tengas un buen día, DJT!”. Pero fue una acusación sin pruebas. Además, es sabido que Musk gusta de amplificar las cosas o, derechamente, de difundir mentiras. En todo caso, en la lista de Epstein, y según BBC News Mundo del 5 de enero de 2024, los archivos judiciales vinculan, entre otros personajes, al príncipe Andrés del Reino Unido y al expresidente de EE.UU. Bill Clinton. Sea como sea, el golpe fue bajo. Con todo, la reacción de la Casa Blanca no estuvo a la altura.
Es cierto, hay mucho paño que cortar en esta teleserie filmada en la Casa Blanca. Pero quiero terminar esta columna con estas palabras de Donald Trump que, en el fondo, recuerda a su excolaborador y financista de su campaña, con estas palabras que demuestran que, donde fuego hubo, cenizas quedan:
“Para ser honestos, creo que echa de menos el lugar”.
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