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Una caballa batllista que honró la política como herramienta de construcción colectiva
Uruguay despide a uno de los referentes más íntegros y discretos de su historia democrática reciente: Hugo Fernández Faingold, ex vicepresidente de la República, fallecido el 21 de mayo de 2025, a los 78 años. Su muerte marca el cierre de una etapa del batllismo comprometida, reflexiva y con visión de país.
Hijo del reconocido intelectual y dirigente Hugo Fernández Artucio y de Julia Faingold, desde muy joven abrazó las ideas del batllismo, comprometido con los principios de justicia social, laicidad y democracia profunda. Tras su vuelta a Uruguay, luego de una destacada carrera en el exterior, su ingreso al Partido Colorado lo llevó a desarrollar una carrera marcada por la responsabilidad y la ética pública, en una línea que muchos reconocen como la de los batllistas de ley.
Durante el primer gobierno de Julio María Sanguinetti (1985-1990), fue designado Ministro de Trabajo y Seguridad Social, donde jugó un papel fundamental en la reinstauración del diálogo social y en la recuperación institucional tras la dictadura. Su paso por ese ministerio dejó huella en los ámbitos sindical, empresarial y legislativo.
Llevo adelante un papel fundamental en la creación de los centros CAIF.
Recordó en entrevista realizada poco tiempo atrás "El día que se inaugura el gobierno de Sanguinetti hubo mil veinte conflictos. Empezando por la Sinfónica, se pusieron a hacer declaraciones con todos los presidentes extranjeros. Después los presidentes no se podía ir porque había huelga de controladores aéreos. Me acuerdo que llegué al ministerio y tenía que atender a gente que había venido con las delegaciones. Me saqué la corbata, me senté, y me fui tres o cuatro días después por el lío continuo de esos días. Ahí, quien me ayudó mucho fue Pepe D'Elía. Éramos amigos de antes. El Pepe me enseñó mucho”.
En 1994 fue electo senador, y tras la caída del vicepresidente Hugo Batalla en 1998, asumió la vicepresidencia de la República. Desde esa función supo ejercer con sobriedad, templo y espíritu conciliador, en un momento político que exigía madurez institucional.
Durante el gobierno de Jorge Batlle (2000-2005) fue designado embajador de Uruguay en Estados Unidos, donde representó al país con dignidad, promoviendo el entendimiento bilateral y la apertura a nuevos espacios de cooperación. En esa gestión se destaca la adquisición de la nueva sede de la Embajada, la difusión del arte nacional y el apoyo constante a artistas uruguayos a quienes integraron a una fundación de cultura mediante la cual promocionó sus obras. Su participación en la defensa de los intereses de Uruguay frente al gobierno de Estados Unidos y los organismos de financiamiento internacional con sede en Washington, DC, fueron un aporte crucial para la salida de la crisis financiera de 2002.
Poco recordado por su bajo perfil público, pero profundamente valorado por quienes lo conocieron de cerca, Fernández Faingold también fue candidato a la Presidencia de la República por el Partido Colorado en 1989, en una decisión personal no alejada de la controversia cuando la colectividad atravesaba un complejo momento de transición interna. Su plataforma política, enmarcada dentro del batllismo, promovió un espacio progresista moderno y dialogante dentro del Partido Colorado
Fernández Faingold también fue director de EL DÍA , desde donde trasmitió su visión de país y su mirada analítica sobre el rumbo político y social del Uruguay. En esa función, combinó la escritura, la estrategia comunicacional y la defensa de los principios republicanos, en tiempos en que el periodismo era una trinchera de ideas tanto como una tribuna de ciudadanía. Sus polémicas con políticos adversarios en asuntos económicos y sociales así como sus “sueltos” encarando con cierto desenfado temas políticos puntuales lo revelaron como un periodista versátil.
Hugo Fernández Faingold deja un legado difícil de medir en cifras, pero profundo en valores. Fue un hombre de puentes, de silencios reflexivos, de convicciones firmes y palabras justas. Su ejemplo no fue estridente, pero sí persistente.
Su memoria nos recuerda que se puede hacer política sin estridencias, con visión y con ética.
Batllista hasta el final, su vida fue una lección de compromiso.
Que mis palabras se envían a:
COMITÉ EJECUTIVO DEPARTAMENTAL
COMITÉ EJECUTIVO NACIONAL
A AL DIPUTADO CONRADO RODRIGUEZ
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