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(escribe prof. Alejandro Carreño T. ) La segunda definición de la RAE nos dice que “despelote” significa “Alborotarse, disparatar, perder el tino o la formalidad”. Si le creemos al Diccionario de la Real Academia Española, América Latina es un despelote. Ahora, si pensamos que su falta de tino, el disparatado comportamiento de sus poco honorables países miembros, la tiene en paños menores frente al mundo, entonces podemos afirmar con justa razón que nuestra América Latina también está en pelotas. Y no por causa de sus pueblos precisamente, aunque en algún sentido son responsables porque han apoyado a quienes los tienen en traje de Adán y Eva.
En las últimas líneas de mi columna del domingo pasado en este mismo medio, “Una presidenta para México”, me refería a cómo la Presidenta Sheinbaum controlará el crimen organizado, una “realidad insoslayable que ya tiene a su haber muchísimos políticos de todas las corrientes ideológicas siete metros bajo tierra”. Ese mismo día, a las 16.15 horas de Chile, cuando la columna había sido enviada hacía varias horas, nos enteramos del brutal asesinato del alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos Catalán. La Presidenta Sheinbaum ya tenía el primer político asesinado y decapitado de su mandato.
El mapa latinoamericano tiembla por todos lados y de manera diversa. De Perú nos enteramos de la compra de 24 aviones de combate que el gobierno considera “imprescindible” para, según palabras del primer ministro Gustavo Adrianzén “tomar las medidas de seguridad para proteger sus recursos ante cualquier amenaza externa”. Por su parte, el ministro de Defensa Walter Astudillo declaró que son deberes constitucionales del Estado “defender la soberanía nacional” y “otro es proteger a la población de las amenazas a su seguridad”. ¿Estarían pensando Adriazén y Astudillo en Chile o Ecuador como “amenaza externa?
En fin, el desvarío se apodera de las autoridades del continente y todo es posible desde su perspectiva desvariada. En Bolivia, donde sobrevivir en Palacio Quemado es toda una hazaña (que lo diga Luis Arce), el expresidente Evo Morales no solo revuelve el gallinero con sus permanentes llamados a la movilización social, para que ultrajen nuevamente la Constitución y él pueda ser otra vez candidato el próximo año, sino que ahora es llamado a declarar por “presunta” trata de menores y “estupro”. Por supuesto, Morales se defiende argumentando que se trata de una “persecución política”, y habla de “Lawfare”, un nuevo Plan Cóndor que asesina moralmente a los líderes políticos.
Mientras tanto, Bukele y Bachelet mantienen su propia contienda sobre los derechos humanos en El Salvador. Llama la atención que la expresidenta de Chile se preocupe por los derechos humanos de asesinos, torturadores y violadores, y jamás se haya preocupado por las víctimas de estos despiadados criminales. Así mismo, llama la atención su silencio religioso sobre la dictadura cubana, por ejemplo. En esta polémica, la inmensa mayoría de los chilenos está con el joven presidente salvadoreño, más aún si se piensa que ella trajo a vivir a Chile a uno de los más crueles dictadores de Europa, Erich Honecker, de la extinta República Democrática Alemana.
Sí, vivimos un despelote en América Latina. Pero parece que está en nuestro ADN histórico-político-social y cultural.
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