El viejo pescador vestido de ropas humildes, arreglaba agachado su chalana junto al río, cuando dos jóvenes bien vestidos interrumpieron con su presencia la paz en "Las Toninas".
- Buen día, dijo su voz suave con aliento a vino y antes que los muchachos respondieran el saludo, mirándolos a los ojos les preguntó: 
¿Qué andan buscando ?
- Los jóvenes le devolvieron una sonrisa cariñosa antes de responderle con voz alta llena de alegría. 
- ¡¡¡Somos tus hijos!!!
"Zargala" quedó mudo, no los había reconocido.
Sus pupilas se dilataron de sorpresa y un nudo en la garganta le impidió decir palabra alguna.
Mediaba la mañana y el silencio instaló su imperio.
El tiempo se detuvo. El río, la brisa y hasta sobre el puente no pasaba nadie…
El hombre rudo del río dejó caer sus párpados para ocultar sus pupilas nubladas de emociones desencontradas.
El más bajo de los jóvenes los abrazó con fuerza y le dejó las huellas de sus labios en su mejilla cubierta de una barba desprolija.
A pasos lentos el mayor se acercó a su padre y lo envolvió en sus brazos cubiertos por una camisa de tela fina.
En una comunión de recuerdos, ausencia y amor, lloró en silencio el pescador, abrazado por sus hijos…
Fui testigo en mi juventud que Juan Antonio Ortiz "Zargala" mi hermano y hermano de todos en El Bajo, había vivido una hermosa historia de amor, locura y pasión con "Kela" aquella gurisa tan pobre como él, con rostro de princesa.
Después yo me fui muy joven del país y perdí contacto con el barrio y mis amigos.
Todos seguimos a nuestra manera caminando, tropezando y rengueando por los caminos de la vida.
Las otras noches, recibí en mi casa la visita de Carlitos, Isabel, Cristina y Horacio.
Hablamos del barrio, los amigos y florearon los recuerdos de aquellos lejanos años. 
Alrededor de la mesa trajimos la memoria de los que ya no estaban y todavía queremos.
Entonces el recuerdo de "Zargala", su vida de pescador y bohemia nos trajo la memoria de su muerte trágica al otro lado del río.
Si se hubiese ido… dije, con tono de melancolía.
Y todos en la mesa comprendieron el mensaje.
En la mesa de mi casa también el respetuoso silencio se ubicó a mi lado.
Los hijos habían venido del exterior a llevar a su padre, para sacarlo de esa vida que él mismo eligió como auto castigo, empapada de pobreza y vino.
Para ofrecerle bienestar y vida cómoda en los últimos años de su vida.
Pero Juan Antonio Ortiz, no quiso irse…
Quizás no soportaría su alma, volver a vivir cerca de la madre de sus hijos y lejos del río.
La mujer que tanto amó, con rostro de princesa…
Caminos de la vida, que un día los separó…
Hace un par de años, hallaron al pescador ahogado en el río.
"Quizás cayó ebrio..." dijeron  por ahí, porque había encontrado en el río y el vino un motivo para huir de la soledad.
Sus hijos posiblemente no vuelvan más a Mercedes.
Ahora viven en Alemania, según me dijeron…
Y yo me quedé con eso, que quizás mi amigo el pescador, hubiese tenido en sus últimos años una vida digna, si se hubiese ido…

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