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26 de August del 2017 a las 20:16 -
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A  120  años  del magnicidio  de  Idiarte  Borda
El 25 de agosto de 1897 era asesinado Juan Idiarte Borda.  Se trata del único magnicidio ocurrido en el Uruguay. Curiosamente nadie reivindica su figura, pero el asesino del presidente casi llegó a tener una  calle con su nombre.
El 25 de agosto de 1897 era asesinado Juan Idiarte Borda.  Se trata del único magnicidio ocurrido en el Uruguay. Curiosamente nadie reivindica su figura, pero el asesino del presidente casi llegó a tener una  calle con su nombre.

(por Aldo Roque Difilippo) Si hubiera nacido en Estados Unidos su trágica historia habría acaparado la atención de los guionistas de cine, y novelistas. Pero nació en Uruguay, y para colmo de males fue contemporáneo de figuras que descollaron en la política nacional, y que terminaron opacándolo hasta sumirlo en el olvido. 

Juan Idiarte Borda (1844-1897) llegó a la presidencia de la República el 21 de marzo de 1894  tras 21 días agitados. Un hecho sin precedentes en nuestra historia, que se conoció como los 21 días de marzo, donde después de 40 votaciones se obtuvo la mayoría indispensable que eligió el sucesor del Dr. Julio Herrera y Obes.

Su gobierno si bien impulsó iniciativas importantes para el desarrollo económico y social (promulgación de la ley de construcción del Puerto de Montevideo, municipalización de la Compañía de Luz Eléctrica, creación del Arzobispado de Montevideo, creación del Banco República que monopolizó la emisión de dinero), se caracterizó también por la soledad, ya que un reducido núcleo apoyaba las gestiones del presidente. Mientras en la campaña el caudillo blanco Aparicio Saravia ejercía su predominio, y en la ciudad, José Batlle y Ordoñez, desde las páginas de El Día congregaba adeptos, en clara oposición con su correligionario.

As¡ llegó al fatídico 25 de agosto, cuando al salir de la Iglesia Matriz, tras la celebración del Te Deum, el último día de su vida, quizá  por carecer "de la agudizada sensibilidad que permite a otros sujetos esclavos de su mismo complejo, presentir la inminencia del peligro que amenaza a sus vidas" (1).

 

EL DE LA BANDA

El presidente se adelantó algo a los miembros de la comitiva oficial que salía a pie, de la Iglesia Matr¡z, tras la celebración del Te Deum en un nuevo aniversario de la Independencia. Un joven de mediana estatura, bigotes curvados, ojos ligeramente oblicuos, y mal trajeado, preguntó a otro "¿Cuál es el Presidente?". "El de la banda", le contestaron. Sorteó el cerco policial, enfrentó al mandatario a dos metros y medio, para hacer fuego sobre el medio de la banda presidencial con el viejo revólver Lefaucheux de su padre, anciano inmigrante español que había peleado en las guerras carlistas. Llevaba en el bolsillo un papel con su nombre y dirección para que pudiera identificarse su cadáver, pues estaba seguro que no saldría vivo, y no atinó a huir tras hacer fuego.

El parte policial, comunicaba: "Tengo el sentimiento de poner en conocimiento de V.E. que hoy a las 2 y 50pm. (en realidad eran las 14,40hs) al retirarse de la Catedral, S.E. el Señor Presidente de la República con el séquito que lo había acompañado al Te Deum celebrado con motivo del aniversario de la Independencia Nacional, el individuo Avelino Arredondo, disparó un balazo de revólver sobre el Presidente, causándole una herida mortal.

El hecho ocurrió en la calle Sarandí, enfrente del N° 331 al llegar a la calle Cámaras. El criminal estaba apostado en la vereda entre un grupo de personas, y ni él ni los demás ofrecían la menor sospecha. El oficial de la Policía de Investigaciones señor Russo, el señor Ministro de Gobierno y el que suscribe (Gregorio Sánchez, Jefe Político y de Políc¡a), se lanzaron sobre el criminal y pudieron detenerlo sin mayor resistencia; pero, desgraciadamente, el crimen se había realizado. El Excmo, señor Arzobispo, que marchaba a su lado en el séquito, dio al señor Presidente de la República la Absolución y escuchó sus últimas palabras que fueron: 'Estoy muerto'...".

Juan Idiarte Borda, moribundo, fue conducido a uno de los salones de la Jefatura (Cabildo), donde murió. No obstante ello el "luch" preparado en el Palacio Estévez fue celebrado igual, ya que "quienes estaban aguardando a (Idiarte) Borda consumieron, con apuro, vituallas y bebidas", informaban los diarios al otro día; un hecho más que curioso, ya que a estas alturas se conocía la muerte del primer mandatario.

 

ODIO Y OLVIDO

Resultan curiosos los comentarios de los diarios capitalinos al otro día de consumado el asesinato. La Razón se limitó a dar los detalles del hecho, sin juzgar al homicida "por no violar el decreto que proh¡be en absoluto comentar la situación actual". Cabe acotar que el restablecimiento a la libertad de imprenta había sido decretado el 24 de diciembre de 1896. Dureza que utilizó también El Día: "A los torrentes de sangre que durante cuatro terribles meses se han estado derramando en la República, se agregó ayer una gota más; la sangre del señor Idiarte Borda. Arredondo no vaciló; la bala fue certera, y al revés de lo que acontece a los numerosos heridos de nuestras actuales batallas, en que una parte considerable de ellos muere por falta de auxilio, abandonada a la intemperie de días consecutivos y víctimas de horribles sufrimientos, el destino o el azar ha sido blando para el señor Idiarte Borda, deparándole un fin inmediato, privándolo del tiempo necesario para reflexionar siquiera sobre las causas de su infortunio".

Desde filas blancas los comentarios fueron del mismo tenor.

Aparicio Saravia escribe a su hermano Basilicio: "Antes de terminar estas líneas debo advertirte de la conducta ilógica por ti observada en este doloroso drama.

Antes de ahora pensabas, y pensabas bien, que la situación política encarnada en la personalidad de don Juan Idiarte Borda, era una situación ominosa por el sistema cien veces corrompido y corruptor por la misma representado. Hoy piensas de otro modo (...) me pesa verte luchar en pro de una camarilla sin ley ni Patria (...)".

Luis Alberto de Herrera escribía en Por la Patria, dos años después: "Avelino Arredondo llamábase el matador (...). La noticia del dramático suceso pronto fue conocida por la población que aliviada en sus justas desesperaciones, pues volvía a entrever perspectivas de paz nacional, se desbordó nerviosa por las calles y plazas sin disimular su alegría. Esas expansiones, perfectamente explicables, jamás significaron espíritu de rencor. Entre la sangre del infortunado presidente, resuelto a seguir inexorablemente la guerra, la sangre de los ciudadanos, de cualquier matiz político, condenados por esa obstinación a perecer indebidamente en los campos de pelea, nadie quiso ni pudo dar preferencia a la unidad extraviada. Pocas veces en el curso de la historia encontraremos acontecimientos tan ejemplares para los malos mandatarios como el del 25 de agosto de 1897".

        

EL PROCESO

"El Jefe Político fue la persona más desesperada que yo vi; sin embargo no me tocó ni me insultó.  

–“Usted tiene cómplices-, me preguntó.

-No, señor-, contesté‚ yo.

-Y por qué hirió al Presidente.

-Porque hacía mal gobierno-, expresaba Avelino Arredondo.

Para unos el interrogatorio es un verdadero asedio de preguntas, intentando descubrir los posibles cómplices del magnicida. Para otros en el proceso "se ponen en juego poderosas influencias para salvar al criminal. El Jurado popular nombrado Ad hoc trató por todos los medios de absolverlo de culpa y cargo, no así algunos miembros del superior tribunal, que con su voto lo condenaron a sufrir un minimun de pena"(2). 

El proceso contra Avelino Arredondo estuvo signado por diversas alternativas. En primera instancia se establecía que el agresor había disparado un tiro de revólver contra el Presidente, matándolo, aunque se ignoraba el órgano afectado. Resulta curioso, pero no se le practicó la autopsia al cuerpo de Idiarte Borda. El Dr.Luis Melián Lafinur argumentaba que no estaba probado que la bala que lo mató hubiera sido disparada por su defendido. Por su parte el médico de Policía, Dr. Gorlero, examinó el cadáver, declarando en el sumario en estos términos tan sugestivos proviniendo de un profesional: que la muerte debía ser instantánea, que la arteria debía ser perforada en un sitio muy próximo al corazón.

En segunda instancia, el veredicto establecía que no estaba probado que el tiro efectuado por Arredondo hubiera producido la muerte de Idiarte Borda. Agregando que había procedido estimulado por el patriotismo y el deseo de prestar un servicio a la Patria, obedeciendo a sugestiones populares y a la prensa diaria que señalaba al primer mandatario como dilapidador de las rentas públicas, como conculcador de las leyes, y como causante de la guerra civil. De acuerdo a ello la sentencia del Tribunal abolió de culpa y pena al procesado.

En tercera instancia reprodujo las declaraciones del veredicto anterior, pero esta vez el tribunal en vez de aceptar el veredicto como base de su sentencia, expresaba que no era dable a los jurados sacar consecuencias jurídicas de los hechos y menos fijar causas justificadas o atenuantes del delito. Agregaba que no estaba probado que la bala que mató al presidente hubiera sido disparada por Arredondo, pero que tenía que ser penado con 8 a 10 años de penitenciaría. Finalmente la sentencia fue de 5 años de penitenciaría.

"Nos consta -expresan las hijas del presidente- que Batlle solicitó del Dr. Fein su voto para absolver al asesino, éste se negó a ello". Tiempo después, el futuro presidente Batlle entrevistaría en la cárcel a Arredondo. "Ese reportaje (publicado en El Día) causó verdadera sensación por los conceptos que en él se expresaban. Era más que un interview, una calurosa y decidida defensa de Arredondo al que Batlle prodigaba toda su simpatía

por aquel acto de heroísmo que salvaba a la República de una administración indecorosa" (3).

 

 SALUDOS AL MAGNICIDA

Resulta curioso que en las diferentes instancias del proceso no se utilizara la palabra magnicida para calificar a Arredondo, y que nadie defendiera con la misma vehemencia la figura del presidente asesinado. Avelino Arredondo terminó su condena en Agosto de 1902, y desde esa fecha la viuda de Idiarte Borda, juntos hijos se van a vivir a Buenos Aires, donde morirá en 1914.

La sentencia final declara a Avelino Arredondo "reo del delito de atentado contra la vida del Presidente de la República, don Juan Idiarte Borda, condenándole a cinco años de Penitenciaría, quedando revocada la sentencia apelada. Sufrirá también, 30 días de reclusión celular, individual y continua". El acusado y su defensor se abrazaron.

Cuando Arredondo salió, flanqueado por guardias vestidos de civil, alrededor de 200 personas esperaban en la calle. El carruaje marchó rumbo al Hospital de Caridad, siendo acompañado a la carrera por un grupo de gente que penetraron al nosocomio. El preso saludó con un apretón de manos a algunos, entre los gritos de otros, para perderse en los corredores del Hospital.

Avelino Arredondo cumplió su condena, saliendo en libertad el 26 de agosto de 1902, ya que se le computó la prisión sufrida durante el juicio. Tiempo después trabajó en la Dirección de Aduanas, falleciendo a los 57 años, el domingo 8 de marzo de 1931. En esa fecha era viudo, y le sobrevivieron su madre, Joaquina García de 97 años, y dos hijos. Su figura ha sido evocada como un héroe trágico. Ninguna calle montevideana recuerda a Idiarte Borda, pero Avelino Arredondo casi tuvo la suya. La iniciativa partió de José Batlle Pacheco, quien ocupaba la Presidencia del Consejo Departamental, lo que provocó la reacción de las hijas de Idiarte Borda, quienes desde las páginas de La Mañana expresaban que la desición estaba "reñida con los principios de moral que sustentan todas las sociedades". Finalmente la iniciativa quedó en la nada, mientras la figura y el gobierno de Idiarte Borda comenzó a caer en un cono de olvido.

 

OLVIDO

Una calle de Mercedes, su ciudad natal, es el única que recuerda la figura del presidente  asesinado. Se trata de una calle alejada del centro, mientras que una de las dos calles de la rambla mercedaria (el principal paseo mercedario) recuerda a José Batlle y Ordoñez.  La sede del Partido Colorado en Mercedes tiene un sector destinado a sus personalidades, donde están las fotos de Batlle y Ordoñez, Domingo Arena, Luis  Batlle  Berres, Luis  Bernardo Pozzolo, y otros.  Juan Idiarte  Borda es  el  gran  ausente. 

A 120 años del único magnicidio uruguayo, al parecer la supremacía de Batlle y Ordoñez  sigue pesando y sumiendo al olvido  a Juan Idiarte  Borda,  el  primer mercedario que  ocupó la  Presidencia de la República.

 

---------------------------------------------------

Notas:

(1) "1897. La conciencia revolucionaria de Indo-América. Borda y Terra", Ricardo Paseyro, Montevideo, 1936.

(2) "Juan Idiarte Borda, su vida- su obra", C. y M.E. Idiarte Borda, Buenos Aires, 1939.

(3)"Batlle y el Batllismo", Roberto B. Giudici, Imprenta Nacional Colorada, Montevideo, 1928.

 ------------

El  fotógrafo  inglés John Fitz-Patrick registró el  cortejo oficial  a la salida del Te Deum,  el  25  de agosto de  1897,  minutos  antes  del  asesinato al presidente  Idiarte  Borda (foto 2)

 Fotografía de la procesion fúnebre del presidente de Uruguay Juan Idiarte Borda. En el fondo parece verse la Plaza Independencia con el monumento a Suarez, por lo cual esto debería ser 18 de Julio y Andes (foto 3)

 

 



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(por Aldo Roque Difilippo) Si hubiera nacido en Estados Unidos su trágica historia habría acaparado la atención de los guionistas de cine, y novelistas. Pero nació en Uruguay, y para colmo de males fue contemporáneo de figuras que descollaron en la política nacional, y que terminaron opacándolo hasta sumirlo en el olvido. 

Juan Idiarte Borda (1844-1897) llegó a la presidencia de la República el 21 de marzo de 1894  tras 21 días agitados. Un hecho sin precedentes en nuestra historia, que se conoció como los 21 días de marzo, donde después de 40 votaciones se obtuvo la mayoría indispensable que eligió el sucesor del Dr. Julio Herrera y Obes.

Su gobierno si bien impulsó iniciativas importantes para el desarrollo económico y social (promulgación de la ley de construcción del Puerto de Montevideo, municipalización de la Compañía de Luz Eléctrica, creación del Arzobispado de Montevideo, creación del Banco República que monopolizó la emisión de dinero), se caracterizó también por la soledad, ya que un reducido núcleo apoyaba las gestiones del presidente. Mientras en la campaña el caudillo blanco Aparicio Saravia ejercía su predominio, y en la ciudad, José Batlle y Ordoñez, desde las páginas de El Día congregaba adeptos, en clara oposición con su correligionario.

As¡ llegó al fatídico 25 de agosto, cuando al salir de la Iglesia Matriz, tras la celebración del Te Deum, el último día de su vida, quizá  por carecer "de la agudizada sensibilidad que permite a otros sujetos esclavos de su mismo complejo, presentir la inminencia del peligro que amenaza a sus vidas" (1).

 

EL DE LA BANDA

El presidente se adelantó algo a los miembros de la comitiva oficial que salía a pie, de la Iglesia Matr¡z, tras la celebración del Te Deum en un nuevo aniversario de la Independencia. Un joven de mediana estatura, bigotes curvados, ojos ligeramente oblicuos, y mal trajeado, preguntó a otro "¿Cuál es el Presidente?". "El de la banda", le contestaron. Sorteó el cerco policial, enfrentó al mandatario a dos metros y medio, para hacer fuego sobre el medio de la banda presidencial con el viejo revólver Lefaucheux de su padre, anciano inmigrante español que había peleado en las guerras carlistas. Llevaba en el bolsillo un papel con su nombre y dirección para que pudiera identificarse su cadáver, pues estaba seguro que no saldría vivo, y no atinó a huir tras hacer fuego.

El parte policial, comunicaba: "Tengo el sentimiento de poner en conocimiento de V.E. que hoy a las 2 y 50pm. (en realidad eran las 14,40hs) al retirarse de la Catedral, S.E. el Señor Presidente de la República con el séquito que lo había acompañado al Te Deum celebrado con motivo del aniversario de la Independencia Nacional, el individuo Avelino Arredondo, disparó un balazo de revólver sobre el Presidente, causándole una herida mortal.

El hecho ocurrió en la calle Sarandí, enfrente del N° 331 al llegar a la calle Cámaras. El criminal estaba apostado en la vereda entre un grupo de personas, y ni él ni los demás ofrecían la menor sospecha. El oficial de la Policía de Investigaciones señor Russo, el señor Ministro de Gobierno y el que suscribe (Gregorio Sánchez, Jefe Político y de Políc¡a), se lanzaron sobre el criminal y pudieron detenerlo sin mayor resistencia; pero, desgraciadamente, el crimen se había realizado. El Excmo, señor Arzobispo, que marchaba a su lado en el séquito, dio al señor Presidente de la República la Absolución y escuchó sus últimas palabras que fueron: 'Estoy muerto'...".

Juan Idiarte Borda, moribundo, fue conducido a uno de los salones de la Jefatura (Cabildo), donde murió. No obstante ello el "luch" preparado en el Palacio Estévez fue celebrado igual, ya que "quienes estaban aguardando a (Idiarte) Borda consumieron, con apuro, vituallas y bebidas", informaban los diarios al otro día; un hecho más que curioso, ya que a estas alturas se conocía la muerte del primer mandatario.

 

ODIO Y OLVIDO

Resultan curiosos los comentarios de los diarios capitalinos al otro día de consumado el asesinato. La Razón se limitó a dar los detalles del hecho, sin juzgar al homicida "por no violar el decreto que proh¡be en absoluto comentar la situación actual". Cabe acotar que el restablecimiento a la libertad de imprenta había sido decretado el 24 de diciembre de 1896. Dureza que utilizó también El Día: "A los torrentes de sangre que durante cuatro terribles meses se han estado derramando en la República, se agregó ayer una gota más; la sangre del señor Idiarte Borda. Arredondo no vaciló; la bala fue certera, y al revés de lo que acontece a los numerosos heridos de nuestras actuales batallas, en que una parte considerable de ellos muere por falta de auxilio, abandonada a la intemperie de días consecutivos y víctimas de horribles sufrimientos, el destino o el azar ha sido blando para el señor Idiarte Borda, deparándole un fin inmediato, privándolo del tiempo necesario para reflexionar siquiera sobre las causas de su infortunio".

Desde filas blancas los comentarios fueron del mismo tenor.

Aparicio Saravia escribe a su hermano Basilicio: "Antes de terminar estas líneas debo advertirte de la conducta ilógica por ti observada en este doloroso drama.

Antes de ahora pensabas, y pensabas bien, que la situación política encarnada en la personalidad de don Juan Idiarte Borda, era una situación ominosa por el sistema cien veces corrompido y corruptor por la misma representado. Hoy piensas de otro modo (...) me pesa verte luchar en pro de una camarilla sin ley ni Patria (...)".

Luis Alberto de Herrera escribía en Por la Patria, dos años después: "Avelino Arredondo llamábase el matador (...). La noticia del dramático suceso pronto fue conocida por la población que aliviada en sus justas desesperaciones, pues volvía a entrever perspectivas de paz nacional, se desbordó nerviosa por las calles y plazas sin disimular su alegría. Esas expansiones, perfectamente explicables, jamás significaron espíritu de rencor. Entre la sangre del infortunado presidente, resuelto a seguir inexorablemente la guerra, la sangre de los ciudadanos, de cualquier matiz político, condenados por esa obstinación a perecer indebidamente en los campos de pelea, nadie quiso ni pudo dar preferencia a la unidad extraviada. Pocas veces en el curso de la historia encontraremos acontecimientos tan ejemplares para los malos mandatarios como el del 25 de agosto de 1897".

        

EL PROCESO

"El Jefe Político fue la persona más desesperada que yo vi; sin embargo no me tocó ni me insultó.  

–“Usted tiene cómplices-, me preguntó.

-No, señor-, contesté‚ yo.

-Y por qué hirió al Presidente.

-Porque hacía mal gobierno-, expresaba Avelino Arredondo.

Para unos el interrogatorio es un verdadero asedio de preguntas, intentando descubrir los posibles cómplices del magnicida. Para otros en el proceso "se ponen en juego poderosas influencias para salvar al criminal. El Jurado popular nombrado Ad hoc trató por todos los medios de absolverlo de culpa y cargo, no así algunos miembros del superior tribunal, que con su voto lo condenaron a sufrir un minimun de pena"(2). 

El proceso contra Avelino Arredondo estuvo signado por diversas alternativas. En primera instancia se establecía que el agresor había disparado un tiro de revólver contra el Presidente, matándolo, aunque se ignoraba el órgano afectado. Resulta curioso, pero no se le practicó la autopsia al cuerpo de Idiarte Borda. El Dr.Luis Melián Lafinur argumentaba que no estaba probado que la bala que lo mató hubiera sido disparada por su defendido. Por su parte el médico de Policía, Dr. Gorlero, examinó el cadáver, declarando en el sumario en estos términos tan sugestivos proviniendo de un profesional: que la muerte debía ser instantánea, que la arteria debía ser perforada en un sitio muy próximo al corazón.

En segunda instancia, el veredicto establecía que no estaba probado que el tiro efectuado por Arredondo hubiera producido la muerte de Idiarte Borda. Agregando que había procedido estimulado por el patriotismo y el deseo de prestar un servicio a la Patria, obedeciendo a sugestiones populares y a la prensa diaria que señalaba al primer mandatario como dilapidador de las rentas públicas, como conculcador de las leyes, y como causante de la guerra civil. De acuerdo a ello la sentencia del Tribunal abolió de culpa y pena al procesado.

En tercera instancia reprodujo las declaraciones del veredicto anterior, pero esta vez el tribunal en vez de aceptar el veredicto como base de su sentencia, expresaba que no era dable a los jurados sacar consecuencias jurídicas de los hechos y menos fijar causas justificadas o atenuantes del delito. Agregaba que no estaba probado que la bala que mató al presidente hubiera sido disparada por Arredondo, pero que tenía que ser penado con 8 a 10 años de penitenciaría. Finalmente la sentencia fue de 5 años de penitenciaría.

"Nos consta -expresan las hijas del presidente- que Batlle solicitó del Dr. Fein su voto para absolver al asesino, éste se negó a ello". Tiempo después, el futuro presidente Batlle entrevistaría en la cárcel a Arredondo. "Ese reportaje (publicado en El Día) causó verdadera sensación por los conceptos que en él se expresaban. Era más que un interview, una calurosa y decidida defensa de Arredondo al que Batlle prodigaba toda su simpatía

por aquel acto de heroísmo que salvaba a la República de una administración indecorosa" (3).

 

 SALUDOS AL MAGNICIDA

Resulta curioso que en las diferentes instancias del proceso no se utilizara la palabra magnicida para calificar a Arredondo, y que nadie defendiera con la misma vehemencia la figura del presidente asesinado. Avelino Arredondo terminó su condena en Agosto de 1902, y desde esa fecha la viuda de Idiarte Borda, juntos hijos se van a vivir a Buenos Aires, donde morirá en 1914.

La sentencia final declara a Avelino Arredondo "reo del delito de atentado contra la vida del Presidente de la República, don Juan Idiarte Borda, condenándole a cinco años de Penitenciaría, quedando revocada la sentencia apelada. Sufrirá también, 30 días de reclusión celular, individual y continua". El acusado y su defensor se abrazaron.

Cuando Arredondo salió, flanqueado por guardias vestidos de civil, alrededor de 200 personas esperaban en la calle. El carruaje marchó rumbo al Hospital de Caridad, siendo acompañado a la carrera por un grupo de gente que penetraron al nosocomio. El preso saludó con un apretón de manos a algunos, entre los gritos de otros, para perderse en los corredores del Hospital.

Avelino Arredondo cumplió su condena, saliendo en libertad el 26 de agosto de 1902, ya que se le computó la prisión sufrida durante el juicio. Tiempo después trabajó en la Dirección de Aduanas, falleciendo a los 57 años, el domingo 8 de marzo de 1931. En esa fecha era viudo, y le sobrevivieron su madre, Joaquina García de 97 años, y dos hijos. Su figura ha sido evocada como un héroe trágico. Ninguna calle montevideana recuerda a Idiarte Borda, pero Avelino Arredondo casi tuvo la suya. La iniciativa partió de José Batlle Pacheco, quien ocupaba la Presidencia del Consejo Departamental, lo que provocó la reacción de las hijas de Idiarte Borda, quienes desde las páginas de La Mañana expresaban que la desición estaba "reñida con los principios de moral que sustentan todas las sociedades". Finalmente la iniciativa quedó en la nada, mientras la figura y el gobierno de Idiarte Borda comenzó a caer en un cono de olvido.

 

OLVIDO

Una calle de Mercedes, su ciudad natal, es el única que recuerda la figura del presidente  asesinado. Se trata de una calle alejada del centro, mientras que una de las dos calles de la rambla mercedaria (el principal paseo mercedario) recuerda a José Batlle y Ordoñez.  La sede del Partido Colorado en Mercedes tiene un sector destinado a sus personalidades, donde están las fotos de Batlle y Ordoñez, Domingo Arena, Luis  Batlle  Berres, Luis  Bernardo Pozzolo, y otros.  Juan Idiarte  Borda es  el  gran  ausente. 

A 120 años del único magnicidio uruguayo, al parecer la supremacía de Batlle y Ordoñez  sigue pesando y sumiendo al olvido  a Juan Idiarte  Borda,  el  primer mercedario que  ocupó la  Presidencia de la República.

 

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Notas:

(1) "1897. La conciencia revolucionaria de Indo-América. Borda y Terra", Ricardo Paseyro, Montevideo, 1936.

(2) "Juan Idiarte Borda, su vida- su obra", C. y M.E. Idiarte Borda, Buenos Aires, 1939.

(3)"Batlle y el Batllismo", Roberto B. Giudici, Imprenta Nacional Colorada, Montevideo, 1928.

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El  fotógrafo  inglés John Fitz-Patrick registró el  cortejo oficial  a la salida del Te Deum,  el  25  de agosto de  1897,  minutos  antes  del  asesinato al presidente  Idiarte  Borda (foto 2)

 Fotografía de la procesion fúnebre del presidente de Uruguay Juan Idiarte Borda. En el fondo parece verse la Plaza Independencia con el monumento a Suarez, por lo cual esto debería ser 18 de Julio y Andes (foto 3)

 

 

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