(escribe  prof. Alejandro Carreño T.) Javier Milei, el líder de La Libertad Alianza, ganador indiscutido de las recientes primarias argentinas, se prepara para enfrentar la recta final que puede llevarlo a la Casa Rosada el próximo octubre. Es cierto que la diferencia con sus seguidores más cercanos es mínima, pero significativa por el simbolismo que rodea su figura de político “rockstar”, arrogante, irreverente y mediático. Un hombre más de medios que de tribunas. El 30,04% del electorado logrado, inesperado e impensado por todas las encuestas (las grandes perdedoras de estas primarias), le permitieron alzarse como la primera mayoría de los tres tercios, superando a Patricia Bullrich ministra de Seguridad del gobierno del Presidente Mauricio Macri (28,27 %) y al ministro de Economía del gobierno de Alberto Fernández, Sergio Massa (27,27%).

¿Puede Milei ser el próximo presidente de Argentina? Una pregunta que no tiene respuesta cantada ni mucho menos. Lo que sí parece claro es que el peronismo vive momentos críticos desde la era Kirchner, acentuados durante el caótico gobierno de Alberto Fernández y sus constantes peleas con la expresidenta Cristina Fernández, que lo colocó al frente del país (ver mi columna “Los Fernández” publicada en CoolTivarte el martes 1 de diciembre de 2020). Dada la crisis generalizada que vive Argentina, me parece que Massa es el candidato que menos opciones tiene de continuar con el peronismo en la Casa Rosada. Los argentinos están agotados de todo lo que huela a Kirchner y Fernández.

Pero Patricia Bullrich sí es una candidata que puede perfectamente llegar a la meta y dejar a Milei con los crespos hechos. Bullrich representa, precisamente, a ese electorado que se cansó del peronismo y valora la posición de oposición dura asumida por la candidata de Juntos por el Cambio, el partido de Macri. De hecho, venció cómodamente en las primarias al actual alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, un político de centro derecha, más conciliador y dialogante (17 versus 11% de los votos). Da la impresión de que la derecha dialogante no tiene mucho futuro en los nuevos aires que comienzan a respirarse en América Latina, sobre todo cuando la realidad impone con toda su crudeza la descomposición social, moral, económica y política de los regímenes imperantes.

Lo que al parecer sí está claro, es que ninguno de los tercios se impondrá en la primera vuelta el próximo octubre. La cuestión radica en quedar entre los dos primeros lugares para disputar la Casa Rosada en el balotaje. El poco tiempo que les queda a Milei, Bullrich y Massa, deberán ocuparlo en componer y recomponer alianzas, en reunirse con las personas adecuadas y cuidar lo que dicen y cómo lo dicen. El derrotado Rodríguez, por ejemplo, es una especie de niña bonita con la que, ciertamente, los otros querrán bailar. Pero, a mi modo de ver, aunque Milei lo saque a la pista, le dirá que ya “está comprometida”. Como dialogante que es, Massa podría ser el preferido, pero es un hombre de derecha y esto, al final, pesa.

Horacio Rodríguez Larreta y Juntos por el cambio, me recuerdan a Chile Vamos, el conglomerado de derecha de la oposición chilena, claramente con un partido “más duro” (UDI) y otro más “dialogante” (RN), pero que hoy aparece en el deber ser que la cabe como partido de oposición: ser precisamente oposición, aunque resulte una perogrullada decirlo, pues no se puede ser oposición y decirle a todo que sí al gobierno. Ser “dialogante” cuando la sociedad se cansó del gobierno y sus despropósitos, como lo es el de Alberto Fernández, es un suicidio político. ¿Aprendió la lección Horacio Rodríguez Larreta? Lo sabremos dentro de poco, porque se terminaron los tiempos de indecisiones. Definirse ahora o quedarse en la alcaldía de Buenos Aires hasta nuevo aviso.

¿Y Milei? Tiene su electorado duro, pero no le alcanza. Sabe, además, que el votante argentino es volátil, ¡y cómo! Pero tiene a su favor, el desencanto profundo de la sociedad con el régimen de Fernández y con los partidos políticos que han gobernado Argentina los últimos 20 años: el macrismo y el kirchnerismo. Bullrich y Massa representan, en este sentido, “más de lo mismo”. A Milei le juega en contra su arrogancia desfachatada que lo hace decir cosas que pueden resultarles definitivamente desastrosas, como amenazar con romper relaciones con China, por ejemplo, el segundo país en importancia en las relaciones comerciales, o terminar con el Banco Central, o enviar recados virulentos hacia todos lados como una suerte de ventilador odioso y venenoso.

Milei debe dejar de pensar que es un súper hombre, asumir su éxito con humildad y plantearse como un político duro, como lo que es, pero democrático. Después de todo, la democracia funciona solo cuando las normas son respetadas y se hacen respetar con todo el rigor de la ley.

Y saber que en la puerta del horno se quema el pan.