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Las palabras “ultra” y “fascista” según la RAE
Lo importante, a mi modo de ver, es la objetividad que un medio académico como la RAE debiera tener frente a conceptos vinculados con ideologías que pueden resultar chocantes u ofensivas, si se aplican sin ningún tipo de discreción semántica
Lo importante, a mi modo de ver, es la objetividad que un medio académico como la RAE debiera tener frente a conceptos vinculados con ideologías que pueden resultar chocantes u ofensivas, si se aplican sin ningún tipo de discreción semántica

(escribe prof. Alejandro Carreño T.) En los últimos años, dos palabras han ocupados todos los espacios del debate político y del análisis de columnistas en los diversos medios de comunicación. Fenómeno lingüístico del que la sociedad no ha permanecido al margen, como lo comprueba su aparición reiterada en las distintas redes sociales. Bien empleadas o mal empleadas (normalmente esto último), “ultra” y “fascista” podrían llenar páginas y páginas con su uso en los diversos organismos internacionales, así como en los medios internacionales, en las redes sociales y en los muros de las ciudades. ¿Moda, politización planetaria, fanatismo ideológico, populismo tendencioso? De todo un poco.

En Chile se han convertido en el pan nuestro de cada día. Y por lo que se aprecia en la prensa latinoamericana, en nuestro desajustado continente, también. Pero, ¿qué significan realmente “ultra” y “fascista”? Como no he querido perderme en teorizaciones ni cuestiones ideológicas, ni perder al lector con todas estas problemáticas que más complican que resuelven cuando de comprender conceptos tan complejos y manoseados como estos, he recurrido a la RAE que de un modo u otro nos permite homogeneizar ambos términos y delimitar nuestra interpretación según los significados de cada uno.

Respecto del término “ultra”, he revisado las siguientes ediciones de la RAE, para evaluar los cambios, si los hubo, respecto de su significado: 1780, 1817, 1884, 1925, 1970, 1992, 2001 y la edición en línea. En la edición de 1970 aparece en su tercera definición, por primera vez, con la idea de “exceso”: “Adv. Antepuesta como partícula inseparable a algunos adjetivos, expresa idea de exceso. ULTRAfamoso, ULTRAideal”. Pero, la edición de 1992 marca un hito importante en la evolución del término “ultra”, porque por primera vez aparece con una connotación política en su cuarta definición, como un adjetivo que se aplica “a los grupos políticos, o a las ideologías, o a las personas de extrema derecha”.

De inmediato llama la atención el sesgo ideológico con que la RAE comprende el concepto: “o a las personas de extrema derecha”. ¿Por qué no a las personas de extrema izquierda?, tenemos como lectores todo el derecho de preguntarnos, si queremos mantener una comprensión lo más cercana a la objetivad que se requiere tener, cuando de etiquetar a las personas por su actuar ideológico se trata. En Chile, por ejemplo, las ideologías más ultras son precisamente de izquierda: el Frente Amplio y el Partido Comunista, que no dudan en llamar a la población a salir a las calles para cuidar la “democracia” ante el avance de la ultraderecha. La misma izquierda que respaldó a delincuentes de la primera línea que quemaron y saquearon el país.

De tan mal gusto fue la definición de “ultra” que recoge la edición de 1992, que la propia RAE intentó en su edición de 2001 reparar su interpretación del término, agregando una nueva definición de “ultra”, que, si bien no elimina la anterior, por lo menos abre la interpretación a otras ideologías: “Dicho de una ideología. Que extrema y radicaliza sus opiniones” (tercera definición). Pero le faltó el ejemplo: “personas de extrema izquierda”.

Condenable lo de la RAE, porque pierde el sentido de la objetividad que se encuentra en la propia realidad política mundial. Con todo, la edición en línea que cualquier persona puede comprobar, la RAE vuelve a cometer la misma falta, a mi juicio, de honestidad semántica: “En política, extremista” y “ultraderechista”. Son las definiciones primera y segunda.

En cuanto al término “fascista”, el recorrido es muchísimo más breve. En la edición de 1970, leemos: “Perteneciente o relativo al fascismo” y “Partidario de esta doctrina o movimiento social”. Pero la edición de 1992 le agrega una tercera definición: “Excesivamente autoritario”. Definiciones que se repiten en la edición de 2001 y que son las que aparecen en la versión en línea.

Lo importante, a mi modo de ver, es la objetividad que un medio académico como la RAE debiera tener frente a conceptos vinculados con ideologías que pueden resultar chocantes u ofensivas, si se aplican sin ningún tipo de discreción semántica como ocurre con el término “ultra”, y como lo demuestra el propio intento de la Academia por corregir el desliz, que prefiero entenderlo como “voluntario”, y no motivado por el auge del populismo ideológico que se apoderó de muchísimos organismos internacionales como la ONU, por ejemplo, y que intenta expandir por el mundo a través de la Agenda 20/30.

¿Por qué la RAE cita el ejemplo aplicado a la extrema derecha y no a la extrema izquierda?

Nosotros, los ciudadanos respetuosos de la democracia, somos entonces los encargados de darle al concepto “ultra” el debido significado según la realidad que se vive en cada región del planeta Tierra, y no guiarnos por la tendenciosa conceptualización que de él hace la RAE.

 

 

 

 



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